Cuéntame para poder situarme

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sábado, 23 de junio de 2007

RAICES FUERTES Y PROFUNDAS


Hace tiempo, yo era vecina de un médico, cuya afición era plantar árboles en el enorme patio de su casa. A veces observaba, desde mi ventana, su esfuerzo por plantar árboles y más árboles, todos los días. Lo que más llamaba mi atención, era el hecho de que él jamás regaba los brotes que plantaba. Noté, después de algún tiempo, que sus árboles tardaban demasiado en crecer.

Cierto día, me aproximé a mi vecino y le pregunté si él no se había dado cuenta de que las plantas no crecían, pues yo había notado que él nunca las regaba. Fue cuando, con un aire orgulloso, me contó su teoría.

Me dijo que, si regase los brotes, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando el agua fácil que llegaba de encima. Como él no las regaba, los árboles tardarían más en crecer, pero sus raíces tenderían a migrar hacia lo más profundo, en busca del agua y de los variados nutrientes que se encontraban en las capas más inferiores del suelo.

Así, según él, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes a la intemperie. Esa fue la única conversación que tuve con mi vecino el doctor.

Tiempo después, me fui a vivir a otra ciudad y nunca más volví a verlo.

Tras varios años de ausencia, al volver, fui a dar una vuelta por mi antigua barriada. Al aproximarme a la que había sido mi casa durante catorce años, noté un bosque que no había antes.

¡¡Mi antiguo vecino, había realizado su sueño!!.

Lo curioso es que aquel era un día de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados, como si no resistieran el rigor del invierno. Sin embargo, al aproximarme al patio del que había sido mi vecino, noté cómo estaban sólidos sus árboles: prácticamente no se movían, resistiendo estoicamente aquel fuerte viento.

Qué efecto curioso, pensé...

Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, parecía que les había beneficiado de un modo que el confort y el tratamiento más fácil jamás lo habrían conseguido.

Todas las noches, antes de ir a acostarme, doy siempre una mirada a mis hijos.

Observo atentamente sus camas y veo cómo ellos han crecido. Frecuentemente rezo por ellos. En la mayoría de las veces, pido para que sus vidas sean fáciles, para que no sufran las dificultades y agresiones de éste mundo... He pensado, que ya es hora de cambiar mis ruegos.

Ese cambio tiene que ver con el hecho de que es inevitable que los vientos helados y fuertes nos alcancen. Sé que ellos encontrarán innumerables dificultades y que, por tanto, mis deseos de que las dificultades no ocurran, han sido muy ingenuos. Siempre habrá una tempestad en algún momento de nuestras vidas, porque, queramos o no, la vida no es muy fácil.

Al contrario de lo que siempre he hecho, desde ahora pediré para que mis hijos crezcan con raíces profundas, de tal forma que puedan recoger energía de las mejores fuentes, de las más divinas, que se encuentran siempre en los lugares más difíciles.

Pedimos siempre tener facilidades, pero en verdad lo que necesitamos hacer es pedir para obtener raíces fuertes y profundas, de tal modo que cuando las tempestades lleguen y los vientos helados soplen, resistamos con bravura, en vez de que seamos subyugados y barridos.

La naturaleza nos enseña muchas cosas si las sabemos ver...


lunes, 11 de junio de 2007

EL PORTERO


El portero


Hace algunos años: No había peor oficio en el pueblo que ser “el portero del prostíbulo”. Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra habilidad ni conocía otro oficio.

Un día, se hizo cargo del prostíbulo un joven negociante con muchas inquietudes, muy creativo y emprendedor y decidió modernizar el negocio.

Hizo cambios y citó a todo el personal para dar nuevas instrucciones.

Al portero, le dijo: A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, va a preparar un informe semanal donde registrará la cantidad de personas que entran y además anotará sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio.

-" Me encantaría complacerlo, señor, pero no se leer ni escribir" -le dijo el portero-.

- ¿Cómo?... cuánto lo siento, pero indiscutiblemente tendré que prescindir de sus servicios, pues así no me es usted útil".

- Pero señor, “usted no me puede despedir, ¡yo he trabajado en esto toda mi vida!..."

- Mire, yo lo comprendo y lo siento mucho, pero no puedo hacer nada al respecto. Le vamos a dar una indemnización y espero que le baste hasta que encuentre otro trabajo u oficio. De veras que lo lamento y que tenga buena suerte". Sin más, se dio media vuelta y se fue. El portero sintió que el mundo se le venía encima. ¿Qué voy hacer, Dios…?

Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía las sillas, las mesas o las puertas, él las arreglaba. Pensó que esta podría ser una ocupación provisional hasta conseguir un nuevo empleo, pero sólo contaba con unas tenazas y unos clavos oxidados. Entonces pensó que usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa.

Como en el pueblo no había ninguna ferretería, tenía que viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. Ensilló al animal y emprendió el viaje.

Ya de regreso, cierto día un vecino llamó a su puerta:

-¡Hola vecino!, vengo a ver si tiene un martillo que me pueda prestar.

- Si, tengo uno, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar-

Entiendo, pero yo se lo devolvería mañana temprano". "¡Está bien! A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino llamó a la puerta.

-Mire amigo, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende-?

-¡No puedo!, lo necesito para trabajar y además la ferretería está a dos días de camino

-Hagamos un trato - dijo el vecino- Yo le pagaré los días de ida y vuelta más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece-?

Realmente, esto le daba trabajo para cuatro días y aceptó. Volvió a montar su mula y a su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.

-¡Hola, amigo! Usted le vendió un martillo a su vecino, vengo a decirle que yo necesito unas herramientas y estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, más una pequeña ganancia... mire, “no dispongo de tiempo para ir a comprarlo yo mismo.-”

El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.

Mientras iba por el camino recordaba las palabras de su vecino:

“-No dispongo de cuatro días para ir a comprar las herramientas.-”

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas.

En el viaje siguiente, arriesgó un poco más de dinero trayendo más herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes. La voz empezó a divulgarse por el pueblo y muchos quisieron evitarse el viaje.

Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas, viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.

Con el tiempo alquiló un almacén para guardar las herramientas y algunas semanas después, adaptó un local, transformándolo en la primera ferretería del pueblo.

Todos estaban contentos y compraban en su negocio.

Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos, él era un buen cliente. Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganarse algunos días de camino.

Un día, se le ocurrió que su amigo el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no?, las tenazas... las pinzas... los cinceles... y luego fueron los clavos y los tornillos...

En diez años, aquel hombre se convirtió en millonario con su trabajo como fabricante de herramientas.

Un día decidió donar una escuela a su pueblo. En ella, además de leer y escribir, se enseñarían las artes y oficios más prácticos del momento.

En el acto de inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, hizo que cortara la cinta, lo abrazó y le dijo: -Es un gran orgullo para nosotros agradecer el gesto tan meritorio con nuestra comunidad de que nos haya donado esta escuela; le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas.-

-El honor sería para mí.- dijo el hombre.

-Nada me gustaría más que firmar allí, pero no se leer ni escribir; soy totalmente analfabeto.-

“-¿Que es analfabeto?...” - dijo el Alcalde que no se lo podía creer.

-¿Usted ha construido un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¡Estoy realmente asombrado! “Me pregunto, ¿qué hubiera sido si hubiera sabido leer y escribir?-”

-Yo se lo puedo contestar-” respondió el hombre con calma.

-Si yo hubiera sabido leer y escribir... ¡"Sería el portero del prostíbulo!-”

MORALEJA

Generalmente los cambios no son sinónimos de adversidades.

Las crisis están llenas de oportunidades.

Todo cambio pasa para nuestro bien y lo que consideramos una desgracia hoy, puede ser la gran oportunidad que transformará nuestra vida para siempre.

sábado, 2 de junio de 2007

EL EJEMPLO DE VIDA


EL EJEMPLO DE VIDA

Durante la era glacial, muchos animales morían por causa del frío.

Los puercos espín, percibiendo esta situación, acordaron vivir en grupos, así se daban abrigo y se protegían mutuamente.

Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que le brindaban calor. Y por eso, se separaban unos de otros.

Nuevamente volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión: O desaparecían de la faz de la tierra o aceptaban las espinas de sus vecinos.

Con sabiduría, decidieron volver y vivir juntos.

Aprendieron así a vivir con la pequeñas heridas que una relación muy cercana les podía ocasionar, porque lo que realmente era importante era el calor del otro

y …Sobrevivieron.

La mejor relación no es aquella que une personas perfectas, es aquella donde cada uno acepta los defectos del otro y consigue perdón por los suyos propios.