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lunes, 11 de junio de 2007

EL PORTERO


El portero


Hace algunos años: No había peor oficio en el pueblo que ser “el portero del prostíbulo”. Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra habilidad ni conocía otro oficio.

Un día, se hizo cargo del prostíbulo un joven negociante con muchas inquietudes, muy creativo y emprendedor y decidió modernizar el negocio.

Hizo cambios y citó a todo el personal para dar nuevas instrucciones.

Al portero, le dijo: A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, va a preparar un informe semanal donde registrará la cantidad de personas que entran y además anotará sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio.

-" Me encantaría complacerlo, señor, pero no se leer ni escribir" -le dijo el portero-.

- ¿Cómo?... cuánto lo siento, pero indiscutiblemente tendré que prescindir de sus servicios, pues así no me es usted útil".

- Pero señor, “usted no me puede despedir, ¡yo he trabajado en esto toda mi vida!..."

- Mire, yo lo comprendo y lo siento mucho, pero no puedo hacer nada al respecto. Le vamos a dar una indemnización y espero que le baste hasta que encuentre otro trabajo u oficio. De veras que lo lamento y que tenga buena suerte". Sin más, se dio media vuelta y se fue. El portero sintió que el mundo se le venía encima. ¿Qué voy hacer, Dios…?

Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía las sillas, las mesas o las puertas, él las arreglaba. Pensó que esta podría ser una ocupación provisional hasta conseguir un nuevo empleo, pero sólo contaba con unas tenazas y unos clavos oxidados. Entonces pensó que usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa.

Como en el pueblo no había ninguna ferretería, tenía que viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. Ensilló al animal y emprendió el viaje.

Ya de regreso, cierto día un vecino llamó a su puerta:

-¡Hola vecino!, vengo a ver si tiene un martillo que me pueda prestar.

- Si, tengo uno, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar-

Entiendo, pero yo se lo devolvería mañana temprano". "¡Está bien! A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino llamó a la puerta.

-Mire amigo, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende-?

-¡No puedo!, lo necesito para trabajar y además la ferretería está a dos días de camino

-Hagamos un trato - dijo el vecino- Yo le pagaré los días de ida y vuelta más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece-?

Realmente, esto le daba trabajo para cuatro días y aceptó. Volvió a montar su mula y a su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.

-¡Hola, amigo! Usted le vendió un martillo a su vecino, vengo a decirle que yo necesito unas herramientas y estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, más una pequeña ganancia... mire, “no dispongo de tiempo para ir a comprarlo yo mismo.-”

El ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.

Mientras iba por el camino recordaba las palabras de su vecino:

“-No dispongo de cuatro días para ir a comprar las herramientas.-”

Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas.

En el viaje siguiente, arriesgó un poco más de dinero trayendo más herramientas de las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes. La voz empezó a divulgarse por el pueblo y muchos quisieron evitarse el viaje.

Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas, viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes.

Con el tiempo alquiló un almacén para guardar las herramientas y algunas semanas después, adaptó un local, transformándolo en la primera ferretería del pueblo.

Todos estaban contentos y compraban en su negocio.

Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos, él era un buen cliente. Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su ferretería y ganarse algunos días de camino.

Un día, se le ocurrió que su amigo el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no?, las tenazas... las pinzas... los cinceles... y luego fueron los clavos y los tornillos...

En diez años, aquel hombre se convirtió en millonario con su trabajo como fabricante de herramientas.

Un día decidió donar una escuela a su pueblo. En ella, además de leer y escribir, se enseñarían las artes y oficios más prácticos del momento.

En el acto de inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, hizo que cortara la cinta, lo abrazó y le dijo: -Es un gran orgullo para nosotros agradecer el gesto tan meritorio con nuestra comunidad de que nos haya donado esta escuela; le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas.-

-El honor sería para mí.- dijo el hombre.

-Nada me gustaría más que firmar allí, pero no se leer ni escribir; soy totalmente analfabeto.-

“-¿Que es analfabeto?...” - dijo el Alcalde que no se lo podía creer.

-¿Usted ha construido un imperio industrial sin saber leer ni escribir? ¡Estoy realmente asombrado! “Me pregunto, ¿qué hubiera sido si hubiera sabido leer y escribir?-”

-Yo se lo puedo contestar-” respondió el hombre con calma.

-Si yo hubiera sabido leer y escribir... ¡"Sería el portero del prostíbulo!-”

MORALEJA

Generalmente los cambios no son sinónimos de adversidades.

Las crisis están llenas de oportunidades.

Todo cambio pasa para nuestro bien y lo que consideramos una desgracia hoy, puede ser la gran oportunidad que transformará nuestra vida para siempre.

2 comentarios:

Pedro dijo...

Jajajja muy bueno, tanto la historia como la forma de contarla. Además estoy bastante de acuerdo con las moralejas finales, en especial porque en el fondo siguen un precepto que intento que me valga siempre, y es que "No hay mal que bien no tenga"

Un abrazo,

Pedro.

Pd: Al final te enlace como Roc, lo dicho si prefieres el nombre dle blog ( o de tu canción favorita) , me lo dices y se cambia.

Pedro dijo...

Hola Roc!!!

Me pasabapara ver con que me sorprendías estas emana pero ya veo que el tiempo (o su falta) te han podido (De musa vas sobrada).

Bueno pues que conste que esta semana has sido un poco musa de mi cuento de esta semana.

Un abrazo,

Pedro.