Cuéntame para poder situarme

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domingo, 29 de mayo de 2011

Más allá del desamor


Cuentacuentos.-
Más allá del desamor

Veía llover a través de la ventana y mis lágrimas se entremezclaban con las gotas de lluvia que corrían por el cristal, si alguien veía mi imagen desde el otro lado. Él seguía mirándome impacible, como si nada pudiera hacerlo reaccionar ya....
-No pienso continuar aquí viendo como te destruyes cada día más. No quiero ver como sigues manipulando a todos y dañando sin motivo, sin razón y sin justicia...
¡Coge tus cosas y lárgate de una vez! ¿Acaso no has dejado ya demasiadas víctimas en el camino? Yo de ti tendría cuidado y me iría bien lejos... He oído lo que se anda diciendo y no quiero quedarme a recoger tus restos cuando te disparen un tiro en cualquier rincón...
Piensas que llegarás algún sitio utilizando a otros y empleando a fondo la maldad, pero no eres más que un simple ladrón y un asesino sin escrúpulos. No eres nada...!!
Mejor cuida lo que dices y no sigas presumiendo de lo que para otros sería vergonzoso e insoportable de sobrellevar.
¡Lárgate de aquí y sal de mi vida! Ya no existe el amor que te tenía ni nadie de los que trataron de ayudarte y tú lastimaste con crueldad. Sólo quedan recuerdos en mi cabeza y te aseguro que los olvidaré mucho antes de lo que imaginas....

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sábado, 21 de mayo de 2011

Las cárceles del alma



Cuentacuentos.-

Las cárceles del alma

Miró a ambos lados de la calle antes de cruzar aquella puerta. Era la puerta de su casa, de la que había tenido que salir hacía menos de un mes como alma que lleva el diablo. La misma puerta que había cruzado seis años antes, en los brazos del entonces su gran amor, llena de ilusión y proyectos de futuro. Una puerta que guardaba secretos inconfesables y situaciones imposibles de explicar por una mente medianamente en sus cabales....

Había permanecido escondida en una esquina más de tres horas, hasta ver como su aún marido salía para el trabajo. Con sumo cuidado y vigilando que nadie la viera, se dispuso a meter la llave en la cerradura, para poder sacar algunos de sus enseres personales. Huyó sólo con lo puesto, en una de esas noches que el alcohol y la locura le había hecho temer por su vida y por la de su hijo. Recogería rápido lo más imprescindible y saldría de allí con la misma vigilancia con la que entró....

Abrió una sábana de matrimonio encima de la cama y comenzó a poner en el centro ropa de su hijo y suya, sin elegir ni detenerse demasiado a comprobar si era la adecuada o la preferida de ambos. Igualmente sacó de los cajones todo lo que pudo y en lo que más tiempo perdió fue en buscar el libro de familia y otros papeles que posiblemente necesitaría en el futuro. Una vez metido todo en el hatillo improvisado, anudó bien las cuatro puntas de la sábana y con rapidez salió de la habitación de matrimonio, dirigiéndose de nuevo a aquella puerta que había sido demasiado tiempo las rejas imaginarias de su prisión. Justo en ese momento, alguien abría desde fuera. Retrocedió con espanto y la puerta se abrió...

-¿Qué haces aquí puta? -Le decía su marido con un brillo de odio en los ojos, que era demasiado familiar para Yolanda-

¿Dónde está mi hijo? ¿Quién te crees que eres para disponer de mi hijo y esconderlo? -Gritaba, mientras la zamarreaba y le escupía en la cara-.

De aquí sólo saldrás con los pies por delante. Eso tenía que haber hecho hace mucho tiempo. Tú no mereces ni desprecio. Eres la más inútil de cuantas mujeres he conocido y lo único que hay que hacer con tipas como tú es quitarlas de en medio y meterlas en un agujero en el cementerio donde dejen de tocarles los cojones a los hombres... Eres una hija de la gran puta y vas a pagar lo que has hecho.

Yolanda, no hubiera podido articular palabra aunque hubiese querido. Era mucho el miedo que tenía y lo único que se atrevía a hacer era recular más y más, hasta que vio la mano vuelta de su marido dirigirse hacia su cara... Trató de protegerse como pudo, tropezando en ese mismo momento, cayendo de espalda, golpeándose en la caída la nuca con el pico de la pesada mesa del salón.

Avisada la policía por las compañeras de la casa de acogida, fueron hasta el domicilio al día siguiente. Nadie contestaba y no se oía ningún ruido en el interior. También fueron al trabajo del marido, donde informaron que llevaba más de una semana de baja laboral por depresión.

La insistencia de la familia y de la Asociación de Mujeres Maltratadas, hizo que el inspector encargado del caso solicitase al juez una orden para abrir y entrar en la vivienda...

Tres días había pasado desde que Yolanda decidió ir a por sus cosas... Al abrir los agentes, se encontraron el cadáver de la mujer encima de la alfombra, en medio del comedor, sobre una gran mancha de sangre. El cuerpo del marido, estaba colgado de una viga en el lavadero...

La prensa informaba al día siguiente de otro crimen de género: La víctima, Yolanda Martínez, hacía el número treinta y uno en lo que llevábamos de año. Su asesino, Antonio Gómez, se había suicidado ahorcándose a continuación. La pareja dejaba huérfano a un hijo de cuatro años....

La puerta quedó precintada por la policía hasta esclarecer todos los pormenores del suceso...

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domingo, 8 de mayo de 2011

LA TRAMPA


Cuentacuentos.-

La Trampa

De todas las cosas que podría encontrar en esa cueva, no esperaba encontrarse con una guadaña apoyada en una roca. Buscó con sumo cuidado en todos los rincones del habitáculo, comprobando que no había nadie más en aquel lugar.... Se dirigió hacia la guadaña y sin tocarla, rodeó la roca donde se encontraba y la observó detenidamente, queriendo encontrar en ella alguna mueca, marca, grabación o nombre, que lo pusiera en la pista del dueño. Lo que era bien seguro es que quien había olvidado la guadaña en la roca, también había descubierto su refugio secreto. Aquel era su universo particular y no estaba dispuesto a dejar que nadie más supiera de su existencia....

Se adentró en la cueva, se quitó toda la ropa y se metió en las frías y cristalinas aguas subterráneas. Un hermoso lago debajo de la montaña que consideraba de su propiedad. Un sitio solitario y obscuro, donde sólo llegaba tenuemente algunos reflejos de luz desde la entrada de la cueva. Cerró los ojos y estuvo tendido en el agua un buen rato, como hacía a diario, desde que por suerte descubrió aquel recóndito lugar, alejado de toda civilización.

Ricardo, tenía una ruidosa taberna, donde el griterío de los clientes, la música a todo volumen y el humo denso, hacía que casi no pudiera respirar. Su trabajo era demasiado fatigoso y solamente soportable, pensando que al salir podría refugiarse en el mundo maravilloso y limpio de su cueva, donde sólo se oía el agua tintineante, como si de un maravilloso órgano se tratara.

Estaba Ricardo en el éxtasis de su baño, cuando de pronto algo le hizo abrir los ojos y allí estaba el dueño de la guadaña, portándola, vestido y encapuchado de negro olvido. Aquel extraño personaje puso su gran mano sobre el rostro de Ricardo y lo hundió con una fuerza sobrehumana. Ricardo, luchó y peleó todo lo que pudo para salir a tomar aire, pero aquel imponente ser se lo impedía...

A Ricardo no le quedó otro remedio que rendirse y dejar lo envolviese... La muerte se lo llevó con ella a un viaje hacia la nada.

Después regresó con su guadaña, para ayudar a otra persona a encontrar la cueva y dejar que se adueñara de ella, hasta que estuviera preparada a entregarse a las sombras del vacío infinito. No tenía prisa, esperaría a que llegara el momento oportuno...

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domingo, 1 de mayo de 2011

La Búsqueda sin tregua

El cuentacuentos.-

La búsqueda sin tregua

Y el día comenzó con un aire diferente, como si hubiese recuperado algo del pasado, algo que formaba parte de él y que le daba por fin las señas de identidad que tanto tiempo había estado buscando...
Todo comenzó cuando cientos de familias pusieron denuncias porque sospechaban que sus bebés habían sido robados al nacer en los años sesenta y setenta del siglo pasado. En realidad, para Eugenio había comenzado mucho antes, exactamente al cumplir los 16 años, cuando una epidemia que hubo entonces hizo que los médicos prepararan sangre por si los enfermos necesitaban transfusiones. Eugenio fue uno de los afectados, pero su grupo sanguíneo no correspondía ni al de su madre ni al de su padre. Eugenio tenía un grupo considerado rarísimo y no se pudo conseguir ninguna reserva para él. Por suerte sus defensas junto a los medicamentos administrados fue suficiente y el muchacho se recuperó sin dejarle ninguna secuela.
El hecho de lo sucedido durante su enfermedad, puso la mosca detrás de la oreja de Eugenio y comenzó a observar los parecidos que tenía con sus progenitores y hacer de forma casual algunas preguntas. No quería herir la sensibilidad de su madre y aunque la duda había enraizado en su interior, no podía exteriorizarlo, al menos hasta conseguir alguna prueba que aclarara un poco lo que había nacido dentro de él y que le hacía sentirse bastante inseguro.
Eugenio, creció como hijo único de una familia bastante tradicional y con posibles más que suficiente, como para haber tenido siempre todo lo que se le había antojado y poder cursar estudios en los mejores colegios de España. Podríamos decir que era lo que muchos llaman un niño de papá. Un soltero de oro codiciado por muchas jóvenes de la alta sociedad de Castilla. Sus estudios superiores los realizó fuera del país, como mandan los cánones en las familias de buena posición económica...
Su padre. era uno de los mayores empresarios del país y su madre, una mujer delicada, que se pasaba la vida entre desfiles de moda y presidiendo mesas de la Cruz Roja o de ayuda para el cáncer... Eugenio, a quien más preguntaba sobre su niñez, era a la tía Pura, hermana de su padre, una mujer alegre y con fama de no tener pelos en la lengua. La misma que siempre había sido la rebelde de la familia o la oveja negra, como solía decir su padre. Pero sus preguntas tuvieron pocas respuestas: Sólo sacó en claro que su madre no podía tener hijos cuando se casó y un eminente doctor en Madrid, la puso en tratamiento y logró quedarse embarazada. Él había sido un niño engendrado con mucho esfuerzo y que vino a la familia como una bendición del cielo...
Eugenio, acababa de regresar con su reluciente licenciatura bajo el brazo, cuando su padre, murió de un ataque cardiaco fulminante. El hombre recto y serio, no le dio tiempo ni de despedirse de los suyos, aunque en realidad siempre había sido parco en palabras y un desconocido incluso para su familia...
En los días de dolor que siguieron al fallecimiento del cabeza de familia, Eugenio tuvo la oportunidad de ver el libro de familia y comprobar que figuraba como hijo nacido de Miguel y Amalia, que era los nombres de pila de los padres que siempre había conocido. Quizás su preocupación no tenía base y veía fantasmas donde todo era claro como un día de primavera, pero en su interior algo le seguía removiendo las tripas y le animaba a proseguir preguntándose por esas diferencias tan significativas que tenía con ellos...
Dejó pasar el tiempo y se dedicó a encauzar su vida y comenzar a hacerse cargo de los negocios familiares...
La noticia saltó a la prensa y a la televisión a gran escala y en pocos días eran muchas las familias que habían denunciado el caso de sus bebés robados.... Niños y niñas que ahora tendrían su edad y que desconocían que no eran hijos de los que siempre habían considerado sus padres o pensaban que habían sido abandonados al nacer y el miedo no les dejaba investigar...
En los programas especiales de televisión, vio a padres angustiados pertenecientes a todas las regiones de España y en las entrevistas que les hicieron, surgió en muchas ocasiones el nombre del eminente doctor que le había comentado su tía Pura, que ayudó a que él viniera al mundo, así como el nombre de la clínica que dirigía y que no por casualidad era donde él nació...
La noche se la pasó en vela dando vueltas en la cama. Por la mañana, sin saber por qué, se dirigió a la Asociación que habían nombrado en uno de los citados programas. Allí, expuso sus dudas y esa contradicción con la sangre de sus padres... Explicó que no era adoptado, pero que desde lo más profundo de sus adentros, algo le había dicho siempre que buscara... En dicha Asociación, le hicieron pruebas de ADN, para compararlas con todos los casos denunciados en España y quedaron que al día siguiente llevaría algunos cabellos de su madre, para sacar de ellos también el ADN y así poder disipar las dudas que lo habían embargado durante demasiados años...
En pocos días lo llamaron por teléfono para que volviera a la sede de la Asociación, porque ya estaban los resultados de los análisis. Quedó en acudir a las cinco de aquella misma tarde...
Eugenio, se quedó mirando a la frágil Amalia, la mujer que lo había parido o la que lo había criado y cuidado siempre con cariño y se decidió a plantear el tema... No sólo plantearlo, le contaría todo y así le daría la oportunidad de explicarse, si es que tenía algo que decir, antes de acudir a la cita que aclararía por fin su vida... La blanca y delgada Amalia, aún palideció mucho más, cuando escuchaba a su hijo y todos los pasos que ya había dado sin que ella lo advirtiera... La mujer no le quedó otro remedio que confesar algo que su marido y ella, habían jurado llevarse a sus tumbas y que jamás contarían a nadie....
Amalia comenzó a contar como el doctor amigo de su marido, les animó a adoptar a un niño. Más adelante, les propuso que si ella fingía estar embarazada durante nueve meses, podría tener un hijo de ellos, que contaría y estaría inscrito como hijo legítimo y biológico del matrimonio. Según explicó el buen doctor, eran hijos de chicas que no querían o no podían hacerse cargo de ellos y habían dejado en sus manos la tarea de buscar a los bebés buenos hogares de familias unidas y con medios suficientes como para poder sacarlos adelante sin estrecheces. Miguel y Amalia, aceptaron el trato y cuando llegó la hora del parto, ellos también ingresaron "para que diera a luz Amalia". Así fue como salieron de la clínica con un precioso hijo varón, al que llamaron Eugenio. Miguel y Amalia, también se preocuparon de dejar trescientas mil pesetas de las de entonces, para que fueran entregadas a la verdadera madre como ayuda.
Llegó la tarde y Eugenio acudió a la cita, pero en esta ocasión también le acompañaba Amalia, que mostró entusiasmo en ayudar a su hijo a encontrar y conocer a sus verdaderos padres.
Lo que Eugenio no pudo ni imaginar, es que en la Asociación esperaban un matrimonio, tres chicas y un chico, que resultó ser sus padres y sus hermanos verdaderos. Gente sencilla de Santander, que habían viajado expresamente para conocer a su hijo, nada más tuvieron conocimiento del caso y el cien por cien de coincidencia en los análisis de ADN ...
Esta familia, ya estaba formada cuando Eugenio nació. No era una mujer sola y soltera la que había dado a luz, sino una mujer casada y que ya tenía otros dos hijos. A los padres verdaderos le dijeron que el niño había nacido muerto y que la clínica se encargaría del entierro y de todos los trámites y gastos. El padre insistió en ver al bebé y le presentaron uno que luego supo que tenían en un congelador para aquellos progenitores que no se conformaban con la palabra del médico.
Por supuesto, jamás recibieron dinero ni otra cosa que un informe contradictorio de la clínica, una tumba vacía y un sin vivir que hizo que jamás cesaran en la búsqueda de ese hijo perdido.
Eugenio, se encontró con una familia grande y maravillosa. Ahora tenía dos madres, un padre, cuatro hermanos y un montón de sobrinos, que rellenaron todos esos huecos que tenía vacío en su interior. Por fin tenía las respuestas y encajaban todas las piezas del puzzle de su vida.

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